¿Han escuchado ese refrán que dice "No sólo de pan vive el hombre"?
Pues bien, no sólo de agua viven las plantas. Yo también pasé por esa fase: "Ay, mira que seca está esa planta... le faltará agua, pásame el vasito que le echo un poco más". ¡Pues No!. Las plantas se mueren mucho más por exceso de agua que por escasez, asi que ante la duda, mejor abstenerse.
Reconocer una planta que literalmente se ahoga es fácil. Empieza a tener manchas blandas de podredumbre en las hojas, sobre todo en las que están más cerca de la base.
La pobre además deja de crecer, porque con tanto barro ya no puede tomar los nutrientes de la tierra. Si además hay musgo sobre el sustrato o en la maceta ya podemos hablar no de una planta, sino directamente de un alga.
¡Para de regar, YA!. El musgo crece sólo en los lugares donde hay agua, muuuucha agua.
Planta afectada por el exceso de agua. Las hojas amarillean y van perdiendo vigor.
Otro signo es el amarillamiento y posterior caída de las hojas, aunque además habría que prestar atención a otras señales, porque esto también puede indicar falta de hierro.
Pero tampoco es cuestión de sentirse mal... no se dan una idea la cantidad de plantitas ahogadas que tengo en mi haber. La última fue una lavanda divina (lavandula officinalis) que había traído a casa mi hermano. ¡Estaba enorme! Había crecido una barbaridad, tanto, que con sus raíces tapó el drenaje. La maceta era muuuy grande, y si bien la superficie del sustrato se secaba, el fondo permanecía encharcado. Conclusión: se pudrieron las raíces.
Las hojas directamente se pudren.
Para que no tengan que aprender a los golpes y a la mala, como me pasó a mí, les paso una mini guía de algunas cosas que hay que tener en cuenta antes de regar: