Gladiola, es una de las flores más reconocidas y de mayor bellas que se pueden cultivar en un jardín. Pero, al igual que todas las flores, necesita unos cuidados especiales, no sólo para mantener su belleza, sino para conservar su salud. Las Gladiolas son tan populares por sus colores que varían desde el blanco hasta el rojo mas intenso, muchas de ellas podemos observar mas de dos colores en sus flores dándole una connotación muy especial bien sea si es utilizada en arreglos o sola en floreros.
Historia y origen
El gladiola proviene de la cuenca mediterránea y del África austral. Esta flor ya se cultivaba en la época de los griegos y de los romanos. Su nombre originario, Gladiolus, es el diminutivo de 'gladius', que significa 'espada', que por un lado se refiere a la forma de la hoja que es lanceolada terminando en punta y, por otro, al hecho de que la flor en la época de los romanos era entregada a los gladiadores que triunfaban en la batalla. De ahí que esta flor sea el símbolo de la victoria.
Comprende 180 especies nativas de África, Madagascar, Europa, Arabia y oeste de Asia, donde el gladiola crece espontáneamente, aunque la mayor parte son de origen africano. Los cultivares hortícolas del gladiola se han obtenido desde comienzos del siglo XIX por cruzamientos entre diversas especies botánicas. Presentan gran diversidad de tamaños, colores y forma de las flores así como de épocas de floración.
Morfología
Las gladiolas pertenecen a la familia Iridaceae, siendo plantas herbáceas que se desarrollan a partir de un tallo subterráneo llamado cormo.
Se caracterizan por su inflorescencia en espiga y sus cormos de renovación anual, que durante el curso de la vegetación dan lugar a multitud de 'bulbillos'. Sus hojas son alargadas, paralelinervias y lanceoladas, recubiertas de una cutícula cerosa. Las hojas inferiores están reducidas a vainas y las superiores son dísticas, de lineares a estrechamente lanceoladas. Todas sus hojas salen de la base, y suelen variar en cantidad entre una y doce.
El tallo, llamado Cormo, es un tubérculo caulinar de orientación vertical, de estructura sólida, forma redondeada algo achatada, con el ápice de crecimiento en el centro de la zona superior que normalmente está algo deprimida.
Puede durar uno o varios años, renovándose el cormo anterior, cuyos restos permanecen en la base del nuevo. Esta estructura está formada por varios nudos, de cuyas yemas axilares se forman nuevos cormos.
Sus flores son bisexuales, sésiles, cada una rodeada de una bráctea y una bractéola, y su fruto se encuentra en cápsulas con semillas aladas.
Necesidades de la planta
La temperatura ideal del suelo para que esta planta crezca es de 10 a 12 grados centígrados, aunque son capaces de sobrevivir en buenas condiciones si la temperatura del suelo no supera los 30ºC. Temperaturas superiores a ésta son perjudiciales para el desarrollo de la planta.
En cuanto a la temperatura ambiental, de 10 a 15ºC es la adecuada para la noche y de 20 a 25 ºC para el día. La humedad ambiental deberá estar comprendida entre el 60 y el 70%.
En caso de que se vaya a cultivar la planta del gladiola en invernadero, hay que tener en cuenta que con falta de luminosidad las plantas se quedan ciegas y no florecen, por lo que habría que aportar luz artificial al invernadero.
Es una planta poco exigente en suelos, pero prefiere los arenosos con aportaciones de estiércol. Si el suelo tiene contenido de arcilla no será perjudicial, siempre y cuando tenga un buen drenaje para evitar encharcamientos y enfermedades. La cal y la materia orgánica le van muy bien, siempre que esta última esté en estado humificado. Además, aparte de las necesidades que tiene en nitrógeno, fósforo y potasio, es bastante sensible a las carencias de magnesio, hierro y calcio.
Enfermedades y plagas
La plaga más común que afecta al gladiola es la 'Trips'. Se trata de un insecto chupador que pica las hojas y las flores donde provoca la decoloración. Se puede controlar mediante el tratamiento de los cormos a base de Lindano cinco semanas antes de la plantación y pulverizaciones preventivas con aceites minerales y utilización de redes protectoras no tejidas.
Además, el gladiola puede sufrir diversas enfermedades. Una de las más comunes es la Fusariosis, que afecta tanto a las hojas, que se amarillean, como a las flores, que ven reducido su número, y al cormo, donde da lugar a una podredumbre seca de la base o del corazón e incluso a la momificación al final del almacenamiento.
Esta enfermedad se puede prevenir mediante la rotación de cultivos durante cinco años o más, encalando los suelos, usando fertilizantes a base de nitratos, y mediante tratamientos con productos presentados como polvos de Tiram, etc.
Otras enfermedades que afectan al gladiola son la Estromatiniosis, Botritis, Roya Transversa, o enfermedades relacionadas con virus, como el virus del mosaico de la judía amarilla o el virus del mosaico del pepino.